Esta frase resume a la perfección la filosofía de la exitosa serie manga creada por Yaro Abe.

Y es que, a lo largo de nuestras vidas, si tenemos suerte, podemos recalar, casi sin darnos cuenta en uno de esos lugares que terminan por convertirse en un oasis. Allí podemos relajarnos y compartir conversaciones con extraños a los que en otras circunstancias es bastante probable que ni miraríamos.
Ya puede se runa cafetería, un bar o, como en este caso particular, una pequeña cantina, que recibe a sus visitantes de noche, cuando ya la mayor parte de la ciudad duerme.
Su propietario trata con igual diligencia y confianza a todos los clientes que traspasan su umbral, ofreciéndoles un menú fijo pero que, según tus circunstancias y lo que te apetezca comer en ese momento, es capaz de preparar una increíble variedad de platos.

Y qué queréis que os diga, cada vez que inicio uno de los capítulos de un nuevo volumen, me coloco una imaginaria servilleta, preparado para degustar una serie de platos, la mayoría desconocidos para mí, que forman parte de la rica y extensa tradición culinaria nipona.
Langostinos rebozados, Oyakodon, Tanmen, Koume, Jurel rebozado, Konjac picante…
El cantinero hará todo lo posible, y más, para lograr satisfacer los antojos de su variopinta clientela, entre la que podemos encontrar a strippers, oficinistas, amas de casa, señoritas de vida alegre, famosos escritores, yakuzas, policías, actores de cine y televisión. La lista es casi interminable, y todos ellos y ellas se convertirán en un momento dado en los protagonistas del abanico de relatos que Abe nos narra en cara volumen, en este caso el octavo.
Relaciones amorosas complicadas, inesperados reencuentros, sueños cumplidos, familias rotas que volverán a reunirse, tríos de peculiares ancianas obsesionados con un viaje a Hawai, relaciones fugaces.

Con un estilo gráfico extremadamente sencillo, pero muy expresivo, Yaro Abe logra que queramos quedarnos en la cantina, mientras las horas de la madrugada van pasando, así como esa clientela que siempre, o casi siempre regresa al lugar para saborear los increíbles platos que surgen de la minúscula cocina del cantinero.
El autor (del que también os recomiendo su autobiográfica Torpe de nacimiento, publicada por Astiberri) tiene la cualidad de imaginar una y mil vidas, todas diferentes, pero con esas historias que no por ser cotidianas pierden interés para el lector, ya que al fin y al cabo es bastante probable que conozcamos a alguna persona o amigo al que le haya ocurrido algo similar, logrando empatizar al segundo con lo que se nos narra en las viñetas de este nuevo volumen.
En fin, una serie muy recomendable no solo para los aficionados al cómic japonés, sino para todo aquel y aquella que desee darse un paseo por esta cantina tan especial y, ¿quién sabe? Tal vez influenciado por los aromas que desprenden sus páginas, aficionarse a la cocina nipona.
La cantina de medianoche 8
Autor: Yaro Abe
Tapa blanda
Banco y negro
296 págs.
20 euros
Astiberri